Al cumplirse hoy 26 de julio, 61 años de la desaparición física de María Eva Duarte de Perón, o simplemente Evita, como la llamaba su pueblo, desde ACEP creemos que un buen homenaje es difundir algunas de sus acciones que hoy son de gran valor y actualidad para retemplar nuestros espíritus y mejorar la convivencia entre los argentinos.
Siete años en la historia de la Argentina es apenas un instante. Sin embargo, ese lapso fue suficiente para que Eva Perón o Evita quedase indiscutiblemente en la buena memoria de los argentinos y del mundo.
Aquella humilde chica que desde su pueblito natal, Los Toldos, inició un peregrinaje que la llevó a numerosos radioteatros y algunas películas. Necesitó de un gran terremoto, el de San Juan, para hallar a otro Juan, y para tejer junto a él una enorme historia de amor irrefrenable por el bien común y la dignidad de los argentinos. "Perón es la Patria" solía afirma sin frenos.
Su pasión para ayudar a los pobres, a los ancianos y a los niños, consumió su alma en la legendaria Fundación, que los obreros bautizaron con su nombre y con sus aportes.
Evita resumía el significado de su obra cuando decía que "la Fundación tiene su más profunda razón de ser en lo que sucedió en las memorables jornadas de octubre de 1945. Tiene mi gratitud al pueblo descamisado que me devolvió la vida al devolverme a Perón. Por eso mi vida ya no me pertenece: es del pueblo".
Y fue en la Ley de Voto Femenino, sancionada en 1947, donde se consagró la mayor reivindicación democrática del siglo XX al terminar con la proscripción electoral de la mujer argentina, que era la mitad de nuestro pueblo.
Parte del mensaje transcripto a continuación, y que Evita expresara con motivo de la Navidad de 1950, la describe en cuerpo y alma respecto a su opción de vida y de amor por los más desprotegidos. El mismo dice así:
"Recuerdo que alguien un día me rogó que fuese más cristiana y que invocase más frecuentemente a Dios en mis discursos y en mi actividad pública.
Quiero dejar aquí en estos apuntes la respuesta que le di, porque me he prometido ser sincera en todo... también en esto:
-Es cierto lo que usted dice- le respondí, yo no invoco a Dios frecuentemente. La verdad es que no lo quiero complicar a Dios en el bochinche "de mis cosas". Además, casi nunca lo molesto a Dios pidiéndole que me recuerde y nunca reclamo nada para mí. Pero lo quiero a Cristo mucho más de lo que usted cree; yo lo quiero en los descamisados.
¿Acaso no dijo él que estaría en los pobres, en los enfermos, en los que tuviesen hambre y en los que tuviesen sed?
Yo no creo que Dios necesite que lo tengamos siempre en los labios. Perón me ha enseñado que más vale llevarlo en el corazón. Yo soy cristiana por ser católica, practico mi religión como puedo y creo firmemente que el primer mandamiento es el del amor. El mismo Cristo dijo que nadie ama más que el que da la vida por sus amigos.
Si alguna vez lo molesto a Dios con algún pedido mío, es para eso: para que me ayude a dar la vida por mis descamisados".
Evita