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Ucrania: ¿cuán sostenible es el momento de shock?

Ucrania cuan sostenible es el momento de shock shutterstock 2130029687Artículo escrito por Frank Priess, Director adjunto del área internacional de la Fundación Konrad Adenauer de Alemania, sobre los efectos en Occidente de la invasión rusa a Ucrania y qué se puede hacer para estar mejores preparados ante futuros conflictos.

shutterstock comp 700x467Zeitenwende (en alemán, ‘época de transición’) es la palabra del momento. Muchas cosas pueden parecer un regreso al futuro, especialmente para los mayores. En cualquier caso, llama la atención lo rápido que pueden cambiar los parámetros de evaluación, aunque pudiera dudarse sobre sus fundamentos durante mucho tiempo.

Hace no mucho tiempo que la Unión Demócrata Cristiana (CDU) posicionó la política exterior y de seguridad al comienzo de su programa electoral y, posteriormente, esta no jugó ningún papel en la campaña electoral. Hoy está claro para todos que habría sido útil un poco más de debate y claridad sobre cuestiones fundamentales. Y algunos dudan de que Olaf Scholz estaría ahora en la Cancillería, si hubiera dado su discurso del 27 de febrero en el Bundestag en septiembre de 2021. Por supuesto, es ociosa la cuestión de hasta dónde había llegado la disciplina del propio partido y qué efectos habría tenido sobre las opciones de coalición.

Después de todo, vivimos en tiempos de empinadas curvas de aprendizaje. Sin embargo, como se experimenta dolorosamente, esto no se aplica a todos. «Las pocas páginas del acuerdo de coalición dedicadas a política exterior y seguridad se leen en parte como hallazgos arqueológicos de una civilización antigua», criticó Melanie Amann a mediados de marzo en el semanario Der Spiegel.

La pregunta que queda es por qué se necesitan siempre experiencias shockeantes para este aprendizaje, para decir adiós a las ilusiones, mientras que casi siempre la prevención es el remedio de todos los males.

No es correcto afirmar —como ahora se afirma en todas partes— que todos estábamos equivocados. Sí había quienes advertían y analistas inteligentes, solo que no se los quería escuchar. No se quería que destruyeran las rutinas de pensamiento y, una vez más, no se quería creer lo que un líder autoritario decía y escribía, ni siquiera cuando empezó a ponerlo en práctica.

Ojos cerrados, mucho tiempo

En vista de todo esto, moverse uno mismo hacia una dependencia energética tan masiva y unilateral de Rusia durante muchos años constituye un fracaso político flagrante y espera ser abordado.

El nuevo ataque, esta vez abierto, de Rusia contra Ucrania el 24 de febrero dejó implacablemente claro que la política de poder clásica con medios militares es parte de la caja de herramientas, especialmente para los sistemas autoritarios, que Alemania ya había vaciado en gran medida.

De esta manera, el régimen de Putin aseguró desde el principio la cohesión de la Federación con la brutal guerra en Chechenia, atacó a Georgia en 2008 donde ya se apoyaba en separatistas, conquistó Crimea en 2014 y desestabilizó el este de Ucrania. Gracias al apoyo de la dictadura de Assad y de un alto precio en sangre de la población civil en Siria se aseguró la influencia en el Mediterráneo y en el Medio Oriente, jugó un papel en la frágil Libia y buscó más influencia en África a través de operaciones mercenarias del grupo Wagner.

Todo esto estuvo flanqueado por la retórica nostálgica imperial, que el historiador aficionado Putin también prologó con la invasión de Ucrania. Esto es un mal presagio al menos para los Estados bálticos y la República de Moldavia. Sin necesidad de ningún disparo, Bielorrusia se convirtió hace mucho tiempo en un Estado vasallo de Rusia, ya que esta era la única forma en que el dictador allí asegurara su propio poder contra su propia población. «Está poseído con la idea peligrosa y descabellada de tener una misión histórica», dice The Economist sobre el comportamiento de Putin.

La libertad de todos

En cualquier caso, es inequívoco que en Ucrania se defiende más que la libertad y la independencia del propio país. A diferencia de la Unión Soviética durante la Guerra Fría, Rusia no es una potencia del statu quo en Europa, sino una potencia que quiere cambiar fronteras, si es necesario, mediante la fuerza, y que se ve en un conflicto sistémico con «Occidente», cuya «decadencia» Putin ha proyectado más de una vez como imagen del enemigo. «Putin quiere poner de rodillas a Occidente», afirma el historiador de Europa del Este Karl Schlögel en el Tagesspiegel.

En todo caso, Putin está poniendo a prueba la resiliencia y la capacidad defensiva de este Occidente y espera que sea tan débil como él la percibe. Desafortunadamente, tenía suficientes indicios de que las cosas no estaban bien en cuanto a dicha actitud defensiva, y de que después de la excitación y parálisis por el impacto inicial la gente volvería rápidamente a la normalidad.

Es muy posible que haya identificado a Alemania como punto débil particular en la estructura occidental. Ausencia de percepción de amenaza entre la población, fuerzas armadas descuidadas en consecuencia, mesura confirmada por encuestas en el cumplimiento con las obligaciones de asistencia de la OTAN, el deseo frecuente de «relaciones especiales por responsabilidad histórica» con Rusia, incluso por encima de las cabezas de sus vecinos centroeuropeos, abandono del pensamiento geopolítico y de políticas de seguridad impulsado por la economía, falta de una cultura estratégica, antiamericanismo latente alimentado por los años traumáticos de la experiencias con Trump. La lista podría continuar.

Ahora, sin embargo, el propio Putin ha proporcionado el detonante que podría cambiar eso. Poco a poco se está filtrando que la seguridad en Europa actualmente no es posible con esta Rusia, sino que tiene que afirmarse contra esta Rusia. Según algunos expertos, Ucrania podría ser el momento Fukushima de la política exterior y de seguridad europea. El politólogo Peter Graf Kielmansegg llega a una conclusión en el Frankfurter Allgemeine Zeitung con respecto a las democracias: «No podrán volver a permitirse la ingenuidad de las últimas una o dos décadas»

¿Alemania como punto débil?

El hecho que el canciller federal Olaf Scholz súbita e inesperadamente quiera superar el objetivo del 2 % acordado en la OTAN y lo acompañe con un presupuesto especial de 100.000 millones de euros para la Bundeswehr (Fuerzas Armadas Federales); que las entregas de armas a una zona de guerra cuenten con un consenso generalizado; que el proyecto favorito del SPD, Nord Stream 2, quede en suspenso y se estén negociando embargos energéticos; que las sanciones sean cada vez más estrictas; y que la solidaridad con los Estados Unidos sea cada vez más cercana, pueden ser contabilizados en la cuenta de Putin.

Lo mismo vale cuando países como Suecia y Finlandia solicitan ser miembros de la OTAN debido a un temor renovado o si de repente parece posible la vía rápida para el ingreso a la UE de los países de la Asociación Oriental.

Cuando solo Corea del Norte, Siria, Bielorrusia y Eritrea siguen siendo leales a Rusia en las Naciones Unidas, pero 141 Estados condenan su comportamiento y otros 35 se abstienen, eso probablemente no tenga precedentes para un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas como lo fue su expulsión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU o del Consejo de Europa.

Asociación transatlántica

Sin embargo, aún no está claro cuán duraderas serán las lecciones aprendidas del shock de Ucrania. La determinación de algunas personas parece estar resquebrajándose nuevamente. La lista de tareas pendientes es larga y hay muchos obstáculos. Y de ninguna manera todo es tan claro como lo parecen muchas cosas ahora.

Alemania y Europa saben una vez más lo que realmente hay que hacer. Pero, ¿cuál es la consecuencia? Es sorprendente lo bien que se mantienen unidos en la crisis y siguen soportando juntos las dolorosas sanciones. Pero eso no es suficiente. Se necesitan pasos más claros para fortalecer las capacidades de defensa europeas, además de las de la OTAN, y para respaldar las obligaciones de asistencia en virtud del artículo 42 del Tratado de la UE.

Más eficiencia y cooperación en lugar de proyectos de armamento coordinados en pequeña escala, puesta en común y reparto, grupos de combate realmente utilizables. Hay muchos elementos y presuponen que los egoísmos y las sensibilidades nacionales estén subordinados al objetivo común, también y especialmente en Alemania. También se necesita un concepto estratégico creíble para los lazos duraderos entre los países de los Balcanes Occidentales y la Asociación Oriental, pero también para la solidaridad con los países del Sur y el socio Turquía.

Las relaciones transatlánticas y la estrecha conexión con Estados Unidos son el núcleo esencial de la seguridad europea. Esto se ha puesto de manifiesto con la guerra de Ucrania. La conclusión debe ser esforzarse por estas relaciones, cultivarlas, dejar claro repetidamente su valor añadido también del otro lado del Atlántico.

El hecho de que Europa deba asumir una mayor responsabilidad militar en su propia vecindad es un aspecto importante, pero de ningún modo el único. Para los Estados Unidos, en el futuro, el Indo-Pacífico y la rivalidad con China desempeñarán un papel central. Esto no cambiará, ni siquiera con el nuevo enfoque a corto plazo del conflicto con Rusia en Europa. Menos aún si se reconoce un eje sino-ruso y estos Estados se apoyan mutuamente.

El peso de Europa

El valor que los Estados Unidos otorgan a los aliados europeos se define sobre todo por la utilidad que se espera de ellos en el conflicto con el Reino Medio. Sobre todo, para un país como Alemania, que está estrechamente relacionado con China desde el punto de vista económico. Esto constituye un dilema, aunque no insoluble.

1202488974416260.rjvudjdeO1taiwWLNt9l height640Serían de utilidad la reducción de dependencias y la diversificación de las cadenas de suministro, al igual que una estrecha cooperación tecnológica, como la que ahora se está discutiendo más intensamente entre la UE y los Estados Unidos. Mucho mejor si esto estuviera respaldado por un nuevo y completo impulso al libre comercio. Porque, aunque la actual guerra en Ucrania se libre de manera bastante convencional —sin liderazgo tecnológico en alta tecnología, en inteligencia artificial y en todo el espacio digital—, las democracias liberales no lograrán imponerse. Lo que eso significa se puede leer de manera impresionante en el libro Future War and the Defense of Europe, de John R. Allen, F. Ben Hodges y Julian Lindley-French.

Biden y America first

Esto llama la atención sobre el hecho de que, aun sin la guerra de Ucrania, los déficits en términos de resiliencia ya eran evidentes. Confiar en el funcionamiento de los mercados globales —de los que Alemania fue sin duda uno de los mayores beneficiarios durante décadas— podría conducir a dependencias relacionadas con los precios, como ahora observamos dolorosamente, no solo en la cuestión energética con relación a Rusia.

Cuando se trata de materias primas importantes, hay unos pocos productores que proporcionan la base para nuestra producción industrial. Las empresas alemanas ya casi no están activas en estas áreas y las cooperaciones en cuanto a materias primas carecen de sustancia. Las cadenas de suministro internacionales son propensas a interrupciones. La pandemia lo pone en evidencia a diario. Si a esto agregáramos un comportamiento deliberadamente agresivo de los principales actores internacionales, tendríamos la tormenta perfecta.

Al mismo tiempo, es solo debido a la fortaleza económica de Europa que se la toma en serio a nivel internacional y está en capacidad de sancionar. ¿Pero por cuánto tiempo más? Sin el predominio del dólar estadounidense, las sanciones financieras centrales contra Rusia ya serían completamente en vano. Sería necesaria una urgente expansión del euro hasta alcanzar una fuerza similar, incluso en el caso de que los intereses europeos y estadounidenses no coincidan.

Además, el relativo éxito de las sanciones actuales significa que en otros lugares la gente está trabajando febrilmente para reducir las dependencias y ofrecer sus propias alternativas. China ya está logrando avances significativos en este sentido.

Europa como baluarte

Los años de Trump han demostrado lo rápido que puede cambiar el panorama para Europa. Aunque el gobierno de Biden busque la solidaridad y una estrecha coordinación con los aliados y el tono se haya vuelto más armonioso, la idea de America first tampoco es ajena a esta administración. Su objetivo no es otro que el público estadounidense y sus propias posibilidades electorales. Las restricciones de viaje inexplicablemente largas para los europeos durante la pandemia lo han demostrado, tanto como la retirada unilateral de Afganistán. Y una mirada a la política interna estadounidense muestra que no está descartado un regreso a la época de Trump. Incluso el aislacionismo es bastante popular en amplios círculos, después de décadas de haberse quemarse los dedos a nivel internacional.

Por lo tanto, Europa hace bien en concentrarse en su propia fortaleza militar, económica, tecnológica y financiera, sin importar cómo se la etiquete. Si bien es probable que el tándem Francia-Alemania siga teniendo una importancia central después de la victoria electoral nada impresionante de Emmanuel Macron. Pero eso ya no es suficiente. Ambos tendrían que saltar por encima de sus propias sombras, en varios aspectos.

Francia, como única potencia nuclear que queda en la UE, debería estar preparada para abrir su force de frappe a la participación europea, y diversificarla más allá de las armas nucleares estratégicas. Debería además tomar más en serio los intereses de seguridad, especialmente en el Este y no solo definirlos a lo largo de las antiguas zonas de influencia francesas.

En Alemania se necesitaría una cultura militar estratégica diferente y una mayor voluntad de invertir su propia fuerza económica de manera aún más visible en el fortalecimiento de la comunidad.

Ya son perceptibles aproximaciones en las direcciones mencionadas.

Pocos socios

El comportamiento electoral en la ONU ha dejado en claro que hay países importantes en todo el mundo que, a pesar de todas las críticas a la política de guerra rusa, no están dispuestos a dejarse encasillar en un esquema político global amigo-enemigo —aquí las democracias (occidentales), allí las dictaduras china y rusa— y a tomar partido claramente en consecuencia.

Para Occidente esto deja en evidencia que su propia credibilidad ha mostrado enormes déficits durante décadas. Esto comienza con la historia colonial —a menudo no superada— de Estados importantes, hasta intervenciones militares ilegítimas según el derecho internacional.

Ursula comprimida 700x467Con demasiada frecuencia se ha dado la impresión de que, si bien los derechos humanos y civiles son la máxima prioridad en el país, en el mejor de los casos ocupan una relevancia secundaria cuando se trata de otros pueblos. Especialmente en la literatura asiática actual, la satisfacción por el propio progreso económico se mezcla con el regodeo por la pérdida de importancia de Occidente, al que tuvo que soportar durante demasiado tiempo como a un arrogante profesor de secundaria.

En este Occidente —incluso la definición del término requeriría una reforma— ahora se oye hablar mucho de relaciones de igual a igual, sobre todo en los círculos de políticas de desarrollo. Pero esto no siempre tiene consecuencias prácticas. Aquí, también, uno se encuentra en un dilema. Por un lado, están los valores propios, a los que uno no puede, no quiere y no debe renunciar por razones puramente de la política real.

Los verdaderos socios deben cumplir con los estándares mínimos de derechos humanos. Además, se espera la disposición a no obstaculizar una sociedad civil activa, permitir la democracia y llevar a la práctica el Estado de derecho, la buena gobernanza y la lucha contra la corrupción. Por otro lado, el número de los que son como nosotros está disminuyendo actualmente en todo el mundo, como se puede ver en los respectivos índices. Y no debemos exagerar, elevando de inmediato cada cambio que impulsamos como una extensión de la paleta de derechos de grupos sociales particulares al nuevo «patrón oro» internacional.

Claramente, se requieren círculos concéntricos de relaciones amistosas en lo que respecta a la cercanía de la cooperación. Y se requiere distinguir que no todos los socios comerciales son también socios con quienes se comparte valores. Y, sin embargo, son socios. Particularmente, el ministro federal de Economía ha intentado explicarlo a sus propios votantes después de sus viajes al Golfo en la búsqueda de alternativas energéticas.

Competencia de sistemas

No hay razón para esconderse internacionalmente y hacer penitencia. La competencia sistémica entre libertad y autoritarismo puede llevarse a cabo con confianza en uno mismo. Las democracias a ambos lados del Atlántico, así como también en la región del Indo-Pacífico y en África, tienen mucho para mostrar y son atractivas. Sociedades civiles despiertas de todo el mundo se orientan hacia ellas, se benefician de la cooperación y, a su vez, inspiran la discusión local.

Además, estos países son imanes tanto para los perseguidos como para los talentosos. Aquí es donde se cierra el círculo con la Rusia de Putin. ¡El país está perdiendo su futuro! Los jóvenes profesionales y bien formados ya no ven perspectivas allí y se van. Periodistas, artistas y científicos, por su parte, ya no soportan la amenaza y el encierro, y con el corazón apesadumbrado también buscan el exilio.

Compr europa 1 700x409La situación actual y lo que hay que hacer, al menos a mediano plazo, también ofrece oportunidades para presentarse como socio futuro confiable en todo el mundo. Esto se volverá muy actual con la previsible crisis alimentaria, cuando las entregas de Rusia y Ucrania no se materialicen o los alimentos básicos se vuelvan inasequibles para muchas personas.

Las llamadas de ayuda de los organismos de la ONU son inequívocas desde hace semanas: «Ya estamos recortando la comida de los hambrientos para salvar a los que mueren de hambre», dice David Beasley, del Programa Mundial de Alimentos ante el Consejo de Seguridad de la ONU, según Spiegel, y advierte de disturbios por alimentos, inestabilidad y éxodo masivo. Aquí se necesita una ayuda rápida y generosa, también en nuestro propio interés.

Protección del clima

Sería fatal pisar el freno en temas futuros como la protección del clima, de acuerdo a la consigna de que «lo haremos más tarde». No en vano, Armin Nassehi advierte contra el aburrimiento, en el Tagesspiegel: «Incluso el fin del mundo apenas tiene valor informativo. Los informes al respecto se han vuelto rutinarios».

La caída económica provocada por la pandemia ya ha postergado para un futuro lejano muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la llamada Agenda 2030. Muchos países se ven retrocediendo décadas y buscan ayuda, venga de donde venga. China ya ha dado ejemplo con su diplomacia de las vacunas. Ahora, como Rusia, intentará utilizar la crisis para aumentar su propia influencia y crear nuevas dependencias.

Existe la preocupación de que los principales donantes de Europa en particular estén centrando ahora todos sus esfuerzos en la reconstrucción de Ucrania o que se necesite un margen de maniobra presupuestario para amortiguar las consecuencias de la crisis en sus propios países. Por difícil que sea, hay que hacer una cosa sin descuidar la otra. Cualquiera que pueda movilizar 35.000 millones de euros en ayuda para el valle del Ahr (zona vinícola severamente afectada por las crecientes en 2021) a corto plazo, o 2000 millones de euros para abaratar el transporte público local en tiempos de aumento de los precios de la gasolina, será medido en otro lugar cuando se trate de cuestiones de supervivencia.

Tareas del futuro

Los problemas globales no se toman un descanso solo porque solo podamos volver a enfocarnos en una cuestión, por muy prioritaria que sea. Friedrich Merz tuvo el coraje de señalar a la población alemana que nuestra prosperidad podría alcanzar su punto máximo en un futuro previsible. Pero —y esto también era parte del mensaje—, si es posible afirmarse bien ahora, hacer frente a las grandes transformaciones que se avecinan, reinventarse un poco, asumir de verdad un papel fuerte y una responsabilidad como país fuerte, también a nivel internacional, y avanzar en cooperación con personas de ideas afines, entonces no tenemos que preocuparnos por el futuro.

Artículo publicado originalmente en Auslandsinformationen en junio de 2022.

Traducción al español: Manfred Steffen, de la oficina KAS Montevideo, para la revista DIálogo Político.

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