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Artículo de Opinión: "La pobreza del escándalo"

Bajo el título "La pobreza del escándalo", el Diario La Voz del Interior de Córdoba, publicó días pasados el artículo de opinión del docente, investigador y Legislador provincial, J. Emilio Graglia. En el mismo Graglia afirma que "Es imprescindible un gran acuerdo político e intersectorial con el propósito de elaborar un plan de desarrollo integral para eliminar la pobreza. La proximidad del Bicentenario es una motivación adicional".



En la Argentina de hoy, la pobreza es un escándalo. Pero no por el bullicio en los medios de comunicación sino por la inmoralidad que suponen varios millones de pobres (entre 30 y 40 por ciento de la población) en un país con un crecimiento económico de 44,2 por ciento entre 2003 y 2007. Sin eufemismos, ese es el bochorno argentino. Crecimiento y al mismo tiempo pobreza y desigualdad social: el 10 por ciento más rico gana 30 veces más que el 10 por ciento más pobre. Crecimiento y al mismo tiempo hambre de argentinos y cordobeses que apenas sobreviven en las calles.

Paradójicamente, el escándalo de la pobreza es un escándalo “pobre”, escaso e insuficiente, incapaz de modificar la realidad existente sin decisiones ni compromisos consecuentes. Si la pobreza fuera verdaderamente un escándalo y no un ruido pasajero, la lucha contra la pobreza debería convertirse en la prioridad de la Nación, de cada provincia y de cada municipio. Sin embargo, a pesar de las excepciones que confirman la regla, nos topamos con una sociedad indolente y una política ensimismada.

El escándalo de la pobreza es, también, la indiferencia de una sociedad apática. En la crisis de 2001 y 2002, la clase media (que se había beneficiado por la convertibilidad de Carlos Menem) reclamaba la devolución de sus depósitos bancarios, ilegalmente retenidos por el gobierno de Fernando de la Rúa. En la crisis de 2008, la patronal agropecuaria (que se había favorecido por la devaluación de Eduardo Duhalde) reclamaba por la disminución de las retenciones a la soja, ilícitamente aumentadas por el gobierno de Néstor Kirchner.

En ambas crisis, los sectores de mayor capacidad económica de la sociedad argentina protestaron y hasta se ganaron el apoyo de la ciudadanía y el electorado. Pero no hubo reclamos por los millones de argentinos que esas crisis tiraban por debajo de la línea de la pobreza.

Entre nosotros, el egoísmo de los pudientes es parte integrante de una sociedad que se queja si y sólo si se dañan los derechos o privilegios de quienes pueden quejarse. Sectores sociales que ven en la pobreza un factor de inseguridad pero no una violación a la dignidad humana y al bien común. Sin entender que los pobres no son unos vagos que “algo habrán hecho” para merecerlo, sino las víctimas de la inequidad, más allá de sus propias culpas. El escándalo de la pobreza es la indolencia de una sociedad “pobre” en capital social, valores y principios de justicia y solidaridad.

Política ensimismada.

El escándalo de la pobreza es, finalmente, el descaro de una política ensimismada, absorta en sus problemas. Es ridículo, pero el diálogo político puesto en marcha no incluye a la pobreza sino la reforma electoral.

El gobierno de Cristina Fernández ha reivindicado la disminución de la pobreza en comparación con los años 2001 y 2002 y los opositores han criticado que la pobreza es mucho mayor que los números del Indec. Insólitamente, unos y otros tienen razón. Es cierto que la pobreza fue de 45,4 por ciento en 2002 (con el gobierno de la Alianza) y que bajó a 23,4 por ciento en 2007 (con el gobierno de Kirchner, como lo reconocieron los obispos argentinos en el documento del 14 de noviembre de 2008).

También es cierto que el Indec desinfla la inflación y falsea las estadísticas de la pobreza (entre otras), tal cual lo sostienen las investigaciones privadas y la percepción ciudadana. No se pueden ignorar los logros ni tampoco las mentiras. Gobierno y oposición tienen razón, aunque no sean capaces de reconocerlo y obrar consecuentemente. Mientras tanto, la pobreza aumenta. El escándalo de la pobreza es el ensimismamiento de una política “pobre” en ideas, proyectos y actividades.

¿Qué hacer? No se trata de contar ni empadronar pobres. Mucho menos de usarlos para el marketing o el clientelismo. Se trata de eliminar la pobreza. ¿Cómo? Superando las acusaciones, las explicaciones y justificaciones. Sabemos que hay organizaciones de la sociedad civil que se esfuerzan y son la mejor cara de nuestra sociedad. Nadie duda de que hay empresarios y gobernantes conscientes, comprometidos y responsables. Pero no alcanza. Es imprescindible un gran acuerdo político e intersectorial con el propósito de elaborar un plan de desarrollo integral para eliminar la pobreza. La proximidad del Bicentenario es una motivación adicional.

Como claramente dijeron los obispos en el documento citado: “Sólo el diálogo hará posible concretar los nuevos acuerdos para proyectar el futuro del país y un país con futuro. (… ) La promoción de políticas públicas es una nueva forma de opción por nuestros hermanos más pobres y excluidos. (… ) Creemos que estamos ante un momento oportuno para promover entre todos un auténtico acuerdo sobre políticas públicas de desarrollo integral”.

© La Voz del Interior

¿QUÉ ES ACEP?

La Asociación Civil Estudios Populares (ACEP) es una entidad creada a principios del año 1999 en Argentina con el fin de promover los derechos y garantías consagrados en la Constitución Nacional y el respeto por los valores democráticos consagrados en la misma. Para ACEP es de especial interés el abordaje, desde una óptica humanista y cristiana, de las problemáticas del empleo, la salud, la educación, los jóvenes y la mujer.


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