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Opinión: Los “otros” barrios cerrados de la ciudad

miseriaEs el título del artículo de opinión escrito por Eduardo Kinen, Director del Instituto de Gobierno y Ciudadanía de la Universidad Católica de Santa Fe y miembro del Consejo Académico de ACEP, y publicado por el diario EL LITORAL, en su versiones impresa y online.

miseriaLa segregación social en términos de territorios urbanos emerge como una de las más graves problemáticas que presenta la ciudad de Santa Fe, fenómeno que se evidencia en un heterogéneo mosaico de barrios con distintas configuraciones y características.

La desigualdad social, referida a la existencia de profundas e injustas diferencias entre los habitantes de determinados barrios y el resto de la ciudad en cuanto al acceso a bienes y servicios, con su consecuente carencia o escasez extrema de recursos y oportunidades, es una de las características más marcadas de estos espacios físicos.

Dicha desigualdad deviene en una situación de fragmentación social que se evidencia en el debilitamiento, e incluso desaparición, de lazos sociales entre sus propios habitantes y en la ruptura del tejido social urbano al quedar segregados o separados del resto de la ciudad.

Casos como el de la denominada Villa Centenario, dentro del barrio del mismo nombre, o Varadero Sarsotti son una muestra de este fenómeno que estamos describiendo. Fenómeno que, en vez de retroceder, en los últimos años ha ido avanzando y consolidándose.

En ese entorno geográfico, el último trimestre de 2012 y en el marco de un programa conjunto entre distintas unidades académicas de la Universidad Católica de Santa Fe, se inició con un equipo conformado por docentes y alumnos avanzados de la Licenciatura en Ciencia Política, un trabajo de investigación en el que su objetivo inicial fue abordar las experiencias cotidianas de las familias que habitan la Villa Centenario y describir el ejercicio de derechos ciudadanos en contextos de vulnerabilidad social.

Las sucesivas visitas, encuestas y entrevistas realizadas hasta el momento, nos presentan un paisaje quebrantado por el confinamiento urbano y biografías marcadas por la relegación social.

La “villa” comprende aproximadamente unas 20 manzanas que se sitúan en el sector sur del Barrio Centenario en las que, a simple vista, son observables la presencia de basurales diseminados en diferentes lugares, estancamiento de “aguas grises” en sus calles las que, sólo parcialmente, cuentan con la existencia de cordón cuneta, carencia ésta que se agrava cuando llueve ya que se inundan gran parte de las viviendas y la escasez o prácticamente ausencia de espacios verdes, plazas o plazoletas aptas para su utilización. A la vera del terraplén de la Avda. Circunvalación se colocaron asadores con algunos asientos de cemento pero sólo se puede acceder a ellos atravesando un puente sobre una especie de zanjón con sus aguas estancadas y cubierto de basura.

Debe tenerse en cuenta además que el aprovechamiento de estos espacios, en el caso de encontrarlos en buenas condiciones, está supeditado a la capacidad o audacia de arriesgarse a utilizarlos atentos a la palmaria ausencia de seguridad que padece la villa.

Sobre dicha problemática, los enfrentamientos armados entre distintos grupos que disputan espacios y “negocios” en el barrio han tenido como consecuencia personas fallecidas o gravemente heridas, como lo demuestra la niña de 7 años herida de dos balazos, uno de ellos en el rostro. Hecho sucedido hace unos pocos días y registrado por este medio.

Cruzando la Avda. Circunvalación no por el prometido puente peatonal, ya que del mismo sólo existe el cartel con el presupuesto que debía asignarse para su construcción, nos encontramos en Varadero Sarsotti con similares características a las relatadas, pero agravadas.

La sensación es que es tierra de nadie. Los vecinos se explayan acerca de la incertidumbre y ambiente de total inseguridad en el que viven: menores que recorren las calles armados, vehículos abandonados que se utilizan para depositar droga, usurpación de viviendas, servicios de emergencia como las ambulancias que no pueden entrar al barrio si no tienen custodia policial o disputas territoriales para el ejercicio de la prostitución que se han resuelto con la eliminación física de una de las “partes en disputa”, tal como sucedió a fines del pasado año 2012.

Sumado a ello, el único establecimiento educativo del barrio, las aulas radiales de la Escuela Nuestra Sra. de Itatí, refuerza y confirma la percepción de abandono a su suerte de Varadero Sarsotti, al mostrar cañerías rotas que derraman ininterrumpidamente el agua debido a que las empresas de servicios no se hacen presentes en ese sector a causa de la inseguridad.

Como corolario o remate a esta enumeración que intenta describir la inverosímil situación de este establecimiento educativo, se destaca un hecho que nos remite al ver para creer: las ventanas de gran parte de sus aulas están tabicadas o tapiadas ya que al decir de sus docentes, ventana o abertura que se vandaliza con motivos de robo, se tapia. Resultado: docentes y alumnos en “aulas ciegas” dictando clases con luz artificial, debiéndose aprovechar los recreos para que los chicos puedan salir a los patios y poder así ver la luz del sol.

La situación descripta no es nueva en Santa Fe pero su extensión en el tiempo y su ampliación y profundización ya permite afirmar la existencia de una estructuración dual de la ciudad en la que, a la par del establecimiento de “condominios” o “countries”, donde los sectores de más altos ingresos tienen la posibilidad de elegir su localización residencial, se erigen estas otras variaciones de barrios cerrados.

Barrios cerrados por muros invisibles detrás de los cuales se consolidan estas especies de “ghetos” urbanos donde, en una suerte de reclusión geográfica, social y económica, se ven reducidos drásticamente los requisitos básicos para una vida digna de sus habitantes a la par de una aplastante disminución de oportunidades para el acceso a mejores condiciones de vida.

Todo ello da como resultado un aumento exponencial de la vulnerabilidad social ya que, como se ha visto, no sólo se trata de un aislamiento respecto de otros miembros y grupos de la sociedad, sino también de una separación o alejamiento de los recursos y servicios como el acceso a empleos, servicios sociales, seguridad e infraestructura básica, entre otros. Es en este sentido entonces, que la segregación espacial de estos barrios no solo lleva a la fragmentación socio-territorial de la ciudad sino que conduce inevitablemente a la exclusión social de vastos sectores de su población.

Por Eduardo Kinen

Acep

Asociación Civil Estudios Populares
Paraná 754-20 A.,
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Argentina

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